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Cómo crear un problema sexual

Los problemas sexuales pueden tener un origen de tipo orgánico o bien de tipo psicológico; aunque sea cual sea su causa, generan malestar en la persona afectada y en su pareja.


Cuando el problema o disfunción es de tipo orgánico se debe a una causa médica y lo adecuado es ir al especialista para tratar la dolencia. Cuando se trata de un problema de origen psicológico, éste suele iniciarse tras un episodio fallido que preocupa de manera significativa a la persona que lo ha experimentado y, la mayoría de las veces, también a su pareja.


Tras este suceso inicial, desarrollar o no una disfunción sexual dependerá, en gran medida, de la reacción de ambos miembros de la pareja ante el evento.


Si la persona afectada -y su pareja, en caso de tener pareja estable- lo toman como un incidente aislado sin importancia, lo más probable es que en el encuentro posterior la dificultad del encuentro anterior solo sea una anécdota que no tendrá mayor trascendencia en la vida sexual de ambos, ni tampoco en la imagen de sí mismo.


Si por el contrario, uno o ambos miembros de la pareja creen que ese suceso es un signo de que algo no funciona bien y se preocupan, quizás incluso con intensidad, se desencadenarán una serie de cambios en la interacción sexual y en la percepción de uno mismo y del otro. Estos cambios en la relación crearán una espiral negativa hacia el aumento del problema, que se agravará aún más cuando la comunicación en la pareja sea conflictiva o pobre.


Poco después del primer evento


En las relaciones sexuales siguientes, la persona llegará a la relación con niveles de ansiedad cada vez más altos, y cómo estrategia de control de la situación tenderá a observar cómo está funcionando su respuesta sexual, dejando de fluir en el disfrute. Esta estrategia, lejos de contribuir a potenciar la solución, empeorará el desarrollo del encuentro erótico.


Tanto la ansiedad elevada como la auto-observación suelen favorecer que el problema se repita, una y otra vez, o por lo menos con frecuencia, ya que el control consciente y voluntario de la respuesta sexual no es la vía efectiva para el éxito.


Todos estos sucesos irán socavando la confianza en la respuesta que tendrá nuestro cuerpo durante el desempeño sexual.


En esta nueva dinámica, cada relación sexual se convierte en una prueba de realidad, en una verificación de cómo está el problema, potenciando un desempeño poco gratificante en el cual ambos miembros de la pareja viven la experiencia como una confirmación del problema y no como una oportunidad de disfrutar del encuentro erótico.


El foco de la interacción sexual cambia del disfrute libre y genuino a la atención del problema, muchas veces casi en exclusiva; lo que conlleva una reducción importante del repertorio amatorio de la pareja. Esto no hace más que potenciar el problema, y la ansiedad y frustración de ambos. A consecuencia de este cambio en el foco de atención, se irá alimentando la espiral de crecimiento del problema y del malestar que genera.


Otras estrategias para intentar solucionar el problema


La auto-observación no es la única estrategia que se empleará en esta situación.


Otro modo de reaccionar es interrumpir bruscamente la relación sexual en cuanto aparece el problema en un encuentro. No obstante, con ello se incrementa la frustración, el distanciamiento y el temor al fracaso. Y de nuevo, esta estrategia, lejos de ayudar a resolver la situación, la empeorará. Si por el contrario, para disminuir la frustración y la sensación de fracaso, se continuará en el encuentro erótico desplegando otras habilidades amatorias que también fueran satisfactorias y deseables, el resultado final sería diferente y más gratificante.



Otra estrategia a la que se suele recurrir es el enfado y la amenaza que llega por parte de la pareja cuando no logra manejar su frustración ante lo que sucede, y cuando cree haber contribuido a la solución con todos sus recursos y se siente impotente y desesperanzada. En una espiral creciente de enfado y frustración, la pareja puede llegar incluso a plantear un ultimátum: "O lo solucionas, o dejamos la relación". Con esta respuesta sólo se consigue aumentar -aún más- la ansiedad y el miedo del otro, potenciando -aunque se busca lo contrario- que la respuesta sexual no pueda volver a su cauce natural. Así pues, con la actitud hostil, solo se consigue agravar el problema sexual y contribuir al deterioro de la relación afectiva.


Cuando, encuentro tras encuentro, se repite el problema, uno o ambos miembros de la pareja tenderán a evitar las relaciones sexuales por miedo al fracaso y a las consecuencias del mismo: tristeza, frustración, enfados y amenazas, deterioro del auto-concepto, deterioro de la relación...; en definitiva, malestar y sufrimiento. Lamentablemente, la conducta de evitación sólo conseguirá aumentar el malestar de ambos, la desconfianza en la capacidad de resolver el problema y el miedo.


Con todos estos cambios en la interacción sexual, la solución al problema cada vez está más lejana. De no actuar pronto de manera efectiva y eficaz, el problema seguirá agravándose y se cronificará. Y, con el paso del tiempo, generará no solo una disminución en la autoestima de ambos miembros de la pareja, sino también un mayor deterioro en la relación además de una falta de motivación y esperanza para resolver el problema.


En resumen


Cinco grandes enemigos del disfrute y el fluir en el encuentro erótico son:

  • la ansiedad excesiva

  • la falta de confianza en el propio desempeño y la autocrítica

  • la hostilidad de la pareja

  • la autoobservación para controlar cómo está respondiendo el cuerpo ante las demandas del encuentro

  • la hipervigilancia por parte de ambos


Ante las dificultades sexuales, y para evitar una espiral de crecimiento del problema, lo idóneo es consultar con un profesional especializado en sexología lo antes posible, antes de que el problema crezca o se agrave, ya que la mayoría de las dificultades sexuales que no sean esporádicas no desaparecerán por sí solas; y muchas tienen solución.


Iniciar una terapia sexual a tiempo puede ser un sabia decisión.

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