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Pensamientos que estresan. Descúbrelos para eliminarlos.

No solo nos estresa y genera ansiedad la vida ajetreada, las dificultades económicas, el trabajo agobiante y el follón de las actividades diarias y las obligaciones, sino también determinados modos de pensar que no favorecen la tranquilidad ni el bienestar personal. Detectarlos y tomar conciencia de su presencia en nuestra mente es el primer paso para cambiarlos y salir de ese círculo vicioso.



Además del diálogo interno negativo y destructivo, con altas dosis de crítica personal, hay diversos modos de pensar que aumentan nuestros niveles de estrés, ansiedad e, incluso, de depresión. Y es que nuestros pensamientos tienen el poder de generar emociones y sensaciones físicas.

Estrategias de pensamiento que estresan

Entre ellas se cuentan estrategias como leer la mente, el perfeccionismo, los debería y muchas más. Estas pautas de pensamiento no aparecen aisladas, sino que pueden darse en combinación y su efecto para el estrés y la ansiedad será acumulativo.

Veamos ahora cada una de estas pautas con más detalle.

Los debería

Tras los debería subyacen normas inquebrantables, de obligado cumplimiento, que no nos podemos permitir ignorar o eludir. Al incumplir una de esas normas, seguramente nos sentiremos culpables o frustrados por no cumplir con nuestras expectativas sobre nosotros mismos. En caso de que sea el otro quien incumpla alguna de esas normas, es probable que nos enfademos por tener la sensación de recibir una injusticia inmerecida.

Quizás alguno de estos debería te suenen porque son bastante frecuentes. Debería ir al gimnasio más a menudo, debería enfadarme menos, debería esforzarme más en los estudios, debería ser más puntual… Estos debería no sirven para motivarnos, sino que nos infunden una sensación de inadecuación, de no estar a la altura de las circunstancias, y la contrapartida será más estrés y ansiedad.

Para explorar esta cuestión, te propongo que durante las próximas 48 horas caces todos esos yo debería / tú deberías que vayan apareciendo en tu mente o en tu boca a lo largo del día y los anotes en una hoja que puedas conservar para revisarlos y analizarlos más tarde.

¿Son muchos, unos cuantos, ninguno? ¿Suelen hacer referencia a determinadas situaciones o por el contrario son globales, afectando a casi todas o todas las áreas de tu vida? ¿Qué norma crees que subyace tras cada uno de esos debería?

Descartar lo positivo y exagerar lo negativo

Cuando prestamos escasa atención a nuestros estados de ánimo, emociones o sentimientos positivos y nos concentramos con mayor intensidad en lo negativo, los defectos o lo que no va bien, aumentamos nuestro estrés y ansiedad.

En el ámbito de nuestro lenguaje, un modo en que esta tendencia se expresa es mediante el típico “pero” que acaba nuestras frases. Inicialmente decimos algo positivo para a continuación añadir nuestras dudas, inseguridades, defectos… Por ejemplo: “Me gusta mucho mi trabajo, pero podría perderlo si hacen reducción de personal en la empresa” o “Soy una persona muy amigable, pero no le caigo bien a todo el mundo”.

Este modo de pensar deja en segundo plano lo positivo y destaca lo negativo. Para evitar este efecto, el lenguaje también acude en nuestro auxilio. Prueba a cambiar el “pero” por un “y”, ya que el “pero” critica y envenena lo positivo y en cambio el “y” suma y compatibiliza. Al principio te sonará extraño por la falta de costumbre, pero con el tiempo lograrás integrarlo en tu pauta mental. Con ello, contribuirás a equilibrar el peso de lo positivo y de lo negativo.

En las relaciones afectivas este “pero” es también un inconveniente para la buena marcha de la relación y la comunicación. Cuando le decimos al otro: “Eres una buena persona, pero tienes un genio insoportable”, nublamos lo positivo.

¿Qué hacer entonces? A partir de ahora, puedes prestar atención a esos “peros negativos” que aparecen tras un comentario positivo y dejar esa parte de la frase para otro momento. Atesora el espacio y el tiempo que se merece lo positivo, disfrútalo, saboréalo y no lo dejes escapar tan rápido pues se desvanece con mayor facilidad que lo negativo. Ya habrá momentos más adecuados para centrarte en lo negativo, los conflictos y los problemas que quieres resolver.

Catastrofismo

Se trata de una pauta de pensamiento sumamente estresante y ansiógena. El catastrofismo se manifiesta del siguiente modo: ante una dificultad, imaginamos la peor situación. Por ejemplo, se inicia una crisis económica y pensamos: “Perderé el trabajo y mi casa” o “Moriré en la indigencia porque no tendré dinero en la vejez pues no puedo ahorrar”. Y cuando un ser querido se retrasa en su hora de llegada nos decimos: “Seguramente ha tenido un accidente”.

Con esta dinámica mental nos situamos ante un escenario de peligro, tenemos miedo y nuestro organismo reacciona poniéndonos en alerta y activándonos para la lucha o la huida y, en definitiva, para la supervivencia.

Por ello, nuestros pensamientos catastrofistas aumentan nuestros niveles de ansiedad. Y cuando el catastrofismo forma parte de nuestras vidas de manera continuada es difícil encontrar la paz interior, la tranquilidad y el bienestar personal.

Para saber más sobre ti, durante la próxima semana anota todos los pensamientos catastrofistas que emerjan en tu pensamiento y, tras esa semana, valora del 0 al 100% el grado de probabilidad que le otorgas a cada aspecto recogido. ¿Hay algún modo alternativo de pensar sobre ello? ¿Puedes empoderarte y aplicar alguna línea de acción, de hoy en adelante, que te libere de ese destino?

Leer la mente

Aunque somos conscientes de que no es dado al ser humano leer la mente del prójimo, es una pauta de pensamiento más automática y habitual de lo que cabría esperar dadas nuestras conclusiones racionales.

¿En qué consiste este fenómeno? Cuando interpretamos los pensamientos y las emociones del otro a partir de su conducta, le estamos leyendo la mente. Ello tiene consecuencias para nuestro bienestar, ya que nuestra interpretación puede ser errónea. Por ejemplo, podemos pensar que el otro nos rechaza, que no le importamos, o que está ocupado, que ha tenido un imprevisto o que lamenta lo que ha hecho pero no ha podido evitarlo.

No tendrá las mismas consecuencias para nuestro bienestar personal si quedamos con un amigo que llega media hora tarde a la cita y pensamos: “Que poco interés tiene en verme. No vuelvo a quedar con este impresentable”, que si nos decimos: “Tiene tantos problemas que no ha podido llegar antes. Por fin hemos logrado vernos, qué alegría”.

Antes de suponer, lo más idóneo será mantener una buena conversación para aclarar y comprender a qué se debe la conducta que nos afectó.

Culpar a otros

En un primer momento culpar a otro puede dar la gratificante sensación de liberarse de la responsabilidad y dejar la pelota en el tejado ajeno. Es cómodo, pero tiene su contrapartida estresante. Nuestro sentido de autoeficacia y de control de la situación disminuye y, con ello, aumenta la sensación de no poder hacer mucho para mejorar la situación que nos estresa o afecta. Ponemos el control de los acontecimientos y de nuestras emociones en manos de otra persona y ello tiene un coste significativo para nuestro bienestar.

Por eso te propongo que ahora o más tarde te tomes un momento para averiguar en qué áreas o situaciones de tu vida culpas a otro o a ti mismo. Luego evalúa cómo sería considerarlo desde la corresponsabilidad de todas las personas implicadas.

En un conflicto, cada una de las partes tiene su responsabilidad. Y como solo podemos actuar desde la propia responsabilidad, pero no desde la ajena, pregúntate qué puedes hacer tú para mejorar la situación, independientemente de lo que haga el otro. Difícil, pero a la larga un beneficio para tu bienestar emocional.

Perfeccionismo

Cuando nos posicionamos en el mundo desde una actitud perfeccionista, no nos permitimos cometer errores, ni a nosotros ni al prójimo. Desde el perfeccionismo, el error se convierte en algo nefasto, odioso, una mancha en nuestro historial. Sin embargo, el error es consustancial a la naturaleza humana, pues aprendemos por ensayo y error. Todo aprendizaje comporta una evolución que incluye errores. No hay otra alternativa.

La perfección es una quimera y, por tanto, perseguirla nos avoca a la imposibilidad de alcanzarla y a la consiguiente frustración, desánimo y aumento del estrés. Si acaso existe la excelencia, las buenas prácticas, la pericia… y ello solo se alcanza tras un periodo de aprendizaje, práctica y muchos aciertos y errores en el camino.

Ahora plantéate: ¿Cómo te relacionas con los errores, los propios y los ajenos? ¿Los tomas como un paso imprescindible, entrañable incluso, de cualquier proceso de aprendizaje, o bien consideras que un error es algo imperdonable, vergonzoso, algo que merece una crítica, un reproche…?

El perfeccionismo es una de las pautas de pensamiento más estresantes, pues sentiremos que lo que hacemos nunca es suficientemente bueno. Este modo de percibir la vida puede llevarnos al bloqueo, a la inacción, al miedo, al temor a la crítica y, por supuesto, al aumento de la ansiedad cada vez que afrontamos un reto.

Para terminar este estresante recorrido, prueba a calmar tu mente ahora

Como ya habrás experimentado alguna vez, todas estas pautas de pensamiento minan tu bienestar personal, tu paz interior y tu calma. Para contrarrestar el efecto estresante y de aumento de la ansiedad que tienen en ti, una solución es calmar la mente.

Para calmar tu mente puedes practicar la meditación en un minuto que encontrarás en mi artículo de bienvenida al Blog Tu vida es importante, desde el enlace de la flecha.

Feliz momento de calma.

Bibliografía

Stahl, B. y Goldstein, E. (2010). Mindfulness para reducir el estrés. Una guía práctica. Editorial Kairós: Barcelona.


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